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La rehabilitación de una vivienda siempre es todo un reto, ya que a las necesidades particulares de cada propietario se unen las deficiencias propias del edificio (generalmente entrado en años), y, por supuesto, el aspecto sentimental que acompaña a cada hogar que nace.

Con todo esto, y alguna cosa más, se encontró Julio López, arquitecto en Betarq Group, cuando recibió el encargo de rehabilitar la casa Amador 71, en Cantabria, una vivienda que lleva cuatro generaciones en manos de la misma familia y que ha servido como casa de labranza, tienda de ultramarinos, cantina y casa familiar.

“Lo que sabemos de la historia familiar de la casa es que se remonta a principios del siglo XX, momento en que la bisabuela de los actuales propietarios la adquiere. Sin embargo, los cálculos por los materiales, y otras consideraciones urbanísticas, la sitúan a mediados del siglo XVIII, es decir, que puede tener más de 250 años. La casa en todo este tiempo, como es lógico, ha tenido varias transformaciones y arreglos, que han supuesto un reto añadido a su renovación”, explica López para Relatos en VERDE.

Los herederos, en este caso tres hermanos, querían acometer la reforma de la vivienda transformando el espacio disponible en tres apartamentos de 55-60 m2, además de zonas comunes donde sus respectivas familias pudiesen convivir. Además del aspecto del espacio, la obra debía subsanar las diferentes patologías que sufría el edificio (humedades, problemas estructurales, materiales envejecidos…), corregir las deficiencias de las obras anteriores, y todo esto siguiendo criterios de bajo impacto ambiental y economía circular.

“Abordar la rehabilitación integral de Amador 71 no era fácil. Sobre la necesidad de hacer dicha reforma parecía no haber dudas. En primer lugar, la casa tenía unas patologías estructurales, que derivaban de la soportación de la cubierta y otros puntos de la casa que no fueron debidamente tratados en las reformas anteriores. Por otro lado, también había problemas con el saneamiento, por una deficiente instalación. Además, la planta baja de la vivienda, presentaba zonas con mucha agua en el subsuelo, debido a la falta de drenaje perimetral, el desnivel respecto del jardín y la inexistencia de aislamiento respecto del terreno”, cuenta el arquitecto.

El nuevo edificio, construido siguiendo los criterios ambientales marcados por la familia y el estudio de arquitectura, ha sido evaluada con la herramienta VERDE de GBCE por Chiara Monterotti y Aurora Rebollo, consultoras VERDE, obteniendo la calificación de 4 hojas. “Fue para nosotros un empeño desde el primer momento, el ir en esta dirección. La vivienda, la casa familiar, con una alta carga emotiva para sus ocupantes, debía de ser coherente con el entorno, con el sentido común y con el trabajo de las personas que la habitaron e intentaron mejorarla; especialmente el padre de los ocupantes, del que la casa recibe su nombre”, aclara Julio López.

Una reforma integral sin perder las esencias.

La rehabilitación de la casa Amador 71 se llevó a cabo bajo la premisa de crear un hogar saludable, eficiente y moderno, pero que mantuviese esa esencia y encanto originales, devolviéndole su aspecto de principios de siglo.

Para conseguirlo, se llevó a cabo el derribo de algunos elementos estructurales construidos en los años 70 y 80. También se corrigieron los problemas estructurales, con la eliminación de los forjados y los pilares-jácenas (previo apuntalamiento de la cubierta), para realizar una nueva estructura interior que permitiese distribuir el espacio convenientemente. Además, se acometió un estudio geobiológico de la casa y su entorno con el objetivo de evitar situaciones como el colocar las camas en los pasos de corrientes de agua subterráneas.

Durante el derribo de la estructura interior de la casa se fueron seleccionando vigas y pilares de madera antiguos que fueron reutilizados en la rehabilitación: dinteles de las puertas de entrada, escalera principal, etc. También las piedras existentes se emplearon para la configuración de las ventanas. El resto del material de derribo se empleó para el relleno del terreno en otra obra cercana.

En cuanto a las patologías relacionadas con la humedad, se realizó un doble sistema de drenaje: uno por el exterior, mediante un tubo drenaje perimetral con relleno de gravas acabado con un pavimentado de losas de pizarra recuperadas de la anterior acera. Y otro drenaje por el interior, debajo de la solera del pavimento de planta baja, mediante una canal de ventilación que crea una corriente de aire que compensa la humedad por capilaridad de las paredes de piedra de las fachadas.

“Otro aspecto que se cuidó especialmente es el empleo de materiales naturales y de proximidad como la estructura y forjados de madera laminada, la carpintería de madera laminada de castaño de bosques de proximidad, parquet con sello FSC, núcleos de chimeneas de ladrillo esmaltado de proximidad, cubierta de ‘Sedum’, mortero de cal, pintura ‘Biofer’, barniz ‘Rubio Monocoat’, etc.”, explica el arquitecto.

En cuanto a los aspectos relacionados con la eficiencia energética, se abordó la mejora del aislamiento térmico de la vivienda y se mejoró la iluminación natural con la apertura de nuevas ventanas y se instalaron chimeneas de inercia térmica de leña para calefactar de manera óptima cada uno de los apartamentos familiares.

“Este planteamiento se presentaba como altamente razonable, dado que el pueblo es propietario de los bosques circundantes. De tal manera que la poda anual, de protección del propio bosque, proporciona un lote de leña considerable para que cada vecino esté debidamente asistido todo el año”, apunta López.

El resultado ha sido una vivienda que conserva todo el calor de un espacio familiar y con historia, pero mucho más saludable, confortable, eficiente y disfrutable.

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