Escrito por: Emilio Miguel Mitre, responsable de relaciones internacionales de GBCe, con la colaboración de Dolores Huerta, secretaria técnica de GBCe.
En el último artículo que escribí, titulado “Ya iba siendo hora” contaba que, por fin, la arquitectura generalista estaba comenzando a darse cuenta de que si un edificio no es climáticamente adecuado, no es un buen edificio. Con esta afirmación, me basé en un comentario que se hizo en la conferencia mundial RESET 1,5, promovida por Architecture 2030, un valiosísimo think tank y un auténtico “pepito grillo” de la conciencia arquitectónica.
Ahora lo que debemos conseguir es que no solo lo vea así la arquitectura (y el urbanismo, por supuesto), sino que también lo entiendan así los demás sectores, comenzando por el inmobiliario. Así que para mí el primer reto del sector inmobiliario, para comenzar, sería que aceptara este papel de La Arquitectura y El Urbanismo, con mayúsculas.
A partir de ahí, vendría todo lo demás. Debemos enfatizar la importancia del diseño de la ciudad, la perentoria necesidad de hacer que las ciudades sean más habitables, -aunque solo sea para evitar que se conviertan en inhabitables, en un ejercicio puro de adaptación (supervivencia, podemos llamarlo)- cuyo resultado colateral será la mitigación. Dotar a la sociedad de espacios confortables, seguros y accesibles para crear un entorno económico que genere riqueza, empleo de calidad y ayude a equilibrar desigualdades. La crisis del coronavirus nos está demostrando cuán vulnerables somos las personas en ciertos aspectos en los que quizá no habíamos reparado hasta ahora. La vulnerabilidad de nuestro entorno construido es cada vez más evidente y manifiesta; hay que actuar.
Otro reto es en torno al concepto de VALOR, al que el sector inmobiliario sin duda responde atentamente, pero sin percatarse todavía del todo de dónde radica el verdadero valor “de futuro”: solo por medio de la buena Arquitectura y el buen Urbanismo, o mejor, buen Urbanismo y buena Arquitectura (porque conviene poner las cosas en el orden adecuado), las propiedades inmobiliarias mantendrán su valor. Y recordemos que entendemos por “buena” aquella que sitúa a las personas y sus necesidades en el centro.
El sector inmobiliario debe dejar de centrarse exclusivamente en la venta de propiedades a tanto el metro cuadrado, y poner el enfoque en el valor de los edificios que construye, no solo en el momento de la venta, también en el desarrollo a lo largo de su vida útil y al final de la misma. Es responsabilidad suya que sean flexibles, eficientes en su uso y mantenimiento y reconvertibles en otra cosa cuando su vida termine.
La Arquitectura-ficción vendría a ser que a finales de 2020 el sector inmobiliario entendió esto con total claridad, y empezó a evolucionar a toda máquina, asignando un valor máximo a la creación de valor del buen Urbanismo y la buena Arquitectura (y no solo dejando que pudieran florecer, sino favoreciendo que así fuera), consiguiendo que en 2030 la realidad construida hubiera evolucionado amplísimamente.
Hemos hablado aquí solamente de uno de los papeles principales de la Arquitectura. Otros retos pendientes que tiene en el sector de cara a 2030 son la industrialización y la digitalización, para modernizar el sector desde el diseño y mejorar la calidad del empleo y de la construcción, además de facilitar la economía circular.
La arquitectura es una herramienta básica, porque solo desde una buena arquitectura (la que ahora llamamos sostenible) se pueden dar respuesta a estos retos.[call_to_action full_width=»yes» content_in_grid=»yes» type=»normal» show_button=»yes» button_text=»¿Te interesa el tema? Lee nuestro informe sobre el valor social en los desarrollos urbanos» button_link=»https://gbce.es/documentos/Informe_El-valor-social-en-los-desarrollos-urbanos.pdf»][/call_to_action]